Aprende a contar tu propia historia porque se convertirá en tu destino

Los recuerdos son fragmentos de nuestras experiencias vividas en el pasado y suelen ir acompañados de una carga emocional. Algunos recuerdos los atesoramos como algo muy valioso mientras otros nos parecen una carga que quisiéramos quitarnos de encima, y también hay algunos que son neutrales, es decir, son sólo información acumulada. Pero, ¿de qué depende el lugar que ocupa un recuerdo en nuestra mente y en nuestro corazón? Básicamente de nosotros mismos.
Cuando recordamos algo y narramos el suceso, creemos recordarlo tal y como ocurrió. Pero esto no es totalmente realista. Tus recuerdos están influidos por muchos factores que son únicamente tuyos: Tu interpretación de los hechos, tu percepción, tu estado de ánimo, tus creencias y valores, el tiempo que ha pasado a partir del suceso, etc. Tu mente modifica los recuerdos y tú decides el lugar que le das a cada recuerdo en tu vida. Todos tenemos una función en nuestra mente que es “el narrador de las historias”; es esa vocecita en nuestra mente que cuenta la historia de un modo único y especial, que sirve para hacer tuya la historia. Puedes darle un tono de suspenso, drama de telenovela, terror, comedia o cualquier otra categoría que elijas. Puedes ponerte como protagonista o en un papel secundario. Como el héroe o como la víctima. Tú eres quien cuenta tu historia, eso todos lo sabemos; de lo que no solemos ser muy conscientes es de la manera en que influye en nosotros el modo en que contamos nuestra propia historia. Y vale mucho la pena poner atención y escuchar nuestras propias narraciones porque al hacerlo estamos labrando nuestro destino.
Lo primero que hay que tener muy claro es que siempre contamos la historia desde nuestro estado de ánimo actual. Las historias pertenecen al pasado, pero la narración siempre ocurre en el presente. No es lo mismo narrar el día de tu boda, cuando aún estás felizmente casado y tienes la ilusión de que dure para siempre, que después de un extenuante juicio de divorcio. El pasado ya paso, pero cuando cuentas la historia, ésa narración está ocurriendo justo ahora, y ésa es la información importante; porque cómo cuentes la historia determina tu estado de ánimo en el ahora. También determina el poder que esos recuerdos tendrán en ti y en la imagen que tendrás de ti mismo. Y también influirán en las decisiones que tomes en el futuro y en cuánta resistencia pongas a vivir nuevas experiencias.
Lo siguiente que hay que comprender es que tú tienes el poder de hacer ajustes en tus recuerdos y acomodarlos de manera que no te limiten en el presente. Esto no quiere decir que simplemente debas teñir de rosa todos tus recuerdos para ser feliz (de hecho eso acarrea mucho sufrimiento). Simplemente acomoda tus recuerdos de tal manera que no sientas necesidad de borrar ninguno. De un modo realista y objetivo, reconociendo el aprendizaje que trajo para ti la experiencia; entre más realista es una narración menos implicaciones emocionales tiene. Por ejemplo, no es lo mismo decir “me abandonó” que decir “ya no quería estar conmigo”; la primera me pone como víctima, la segunda es realista y me libera de sentirme víctima. Del mismo modo, no es lo mismo decir “me dejó plantado” que decir “yo si llegué, el no”. Estamos muy acostumbrados a poner etiquetas de “bueno” y “malo” a las situaciones y a los recuerdos (para bien y para mal). Pero la realidad es que ninguna situación es buena o mala; una situación es sólo eso; es lo que está ocurriendo justo ahora o lo que ya ocurrió, y es neutral, no es bueno o malo. Es tu mente influida por tu historia la que pone etiquetas a las situaciones.
Cuando hay historias pasadas que aún nos limitan y atormentan, es necesario aterrizarlas en la realidad y reinterpretarlas, de manera que no afecten tu presente y te permitan acceder a tus recursos internos. Si pienso, por ejemplo, que mi papá me arruinó la vida porque no estuvo presente y no me amó lo suficiente, eso podría limitarme mucho, porque además de ponerme como víctima, puede alimentar en mí la idea de que no soy digno de amor, que estoy necesitado y que la carencia es parte de mi vida, además de alimentar el resentimiento hacia mi padre. Pero si puedo acomodar los hechos de un modo realista y neutral, tal vez podría decir “mi padre hizo todo lo que podía, con la educación y la madurez que tenía. Lo más importante si me lo dio, me dio la vida. Y su ausencia también me aportó cosas positivas, entre ellas me enseñó a hacerme independiente. Además ahora ya soy grande y soy capaz de darme todo aquello que me haya hecho falta cuando era niño”. De este modo puedes liberarte de tu pasado (sin evadirlo) y recuperar tu poder. En ambos casos la historia es la misma pero el enfoque es totalmente distinto y el efecto que tiene en ti también.
La idea no es distorsionar la realidad, sino pasarla por un filtro que elimine los juicios y le dé claridad a los hechos, tomar de la experiencia lo que sirve y soltar lo que no sirve. No se trata de manipular la información a tu antojo o conveniencia, sino de aclararla y comprenderla, entendiendo que incluso en las historias dolorosas hay fuerza si no nos victimizamos.
Y por último, para ser un buen narrador de tus historias, es necesario ponerle un toque de humildad y confianza. Si bien tú siempre serás el protagonista de tus historias, conviene que no te sientas ni más importante que los demás, ni menos importante. Tú eres el centro de tu vida, pero dentro de la totalidad de la vida, eres una muy, pero muy pequeña parte y necesitas confiar en que la vida también hace su parte y responde de manera positiva cuando tú aprendes a contar bien tu historia.
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